jueves, 29 de diciembre de 2011

UN AÑO PARA OLVIDAR


Se va 2011 y los peor librados pensarán, con toda la razón del mundo, que ya era hora. Ha sido, de largo, el peor año de la historia reciente de España.

    Y es que la crisis siguió galopando desbocada, el número de parados aumentó hasta los cuatro millones y medio –y lo que te rondaré…-, continuó el incesante goteo de empresas que desaparecían y aumentaron exponencialmente las peticiones de ayuda a los servicios sociales y asistenciales. Vamos, lo que se dice un panorama desolador.

    Durante algún tiempo se nos hizo creer que el cambio político que traerían las elecciones iba a ser la panacea que solucionase todos nuestros males: el sol iba a brillar con más fuerza, el aire se tornaría más respirable, la crisis se disolvería en el éter y los perros se volverían a atar con longanizas. ¡Ja!

    Mariano Rajoy ha llegado a la Moncloa y su único mérito en estos días de su mandato parece consistir en habernos convencido de que todos lleguemos a la conclusión de que esto no tiene remedio, que el ajuste duro va a seguir y que las medidas a adoptar –congelaciones salariales, subidas de impuestos, merma en la calidad de algunos servicios públicos esenciales como la sanidad, la educación o las infraestructuras – son irremediables. Me precio de tener buena memoria y creo recordar que éste no era, literalmente al menos, el discurso con el que el PP consiguió ganar las elecciones.

    Por primera vez en mucho tiempo, sociólogos y economistas están fatalmente de acuerdo en algo que parecía impensable hace tan sólo cuatro años: que una generación, la de los que ahora son adolescentes o jóvenes- va a vivir peor que la de sus padres. Y es que las normas laborales van a experimentar un retroceso de decenios, los salarios en el mejor de los casos se van a congelar y el adelgazamiento del sector público va a conllevar de modo irremediable hundir las expectativas de muchos universitarios cuya lógica salida al finalizar los estudios era incorporarse a la Administración Pública.

    Va a comenzar 2012. Nuestro nuevo y flamante Ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos (por cierto, representante en España durante mucho tiempo de Lehman Brothers, el banco cuya quiebra está en el origen de la crisis mundial) ya ha anticipado que esto no ha tocado fondo y que en el nuevo año entraremos en recesión. En tan sólo unos pocos días el nuevo Gobierno ha echado por tierra las expectativas de millones de ciudadanos que habían depositado buena parte de sus ilusiones en un cambio político que, por lo que se ve, no va a alterar sustancialmente el triste devenir económico del país.

    El panorama invita –por favor, no lo tomen al pie de la letra- a ahorcarse. Si llega para comprarse la soga, claro… A pesar de todo, ¡Feliz 2012!
   


    

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