jueves, 16 de diciembre de 2010

AGAPITO IGLESIAS





    Reconozco que el personaje, por el que no siento mayor simpatía, sí que despierta en mí curiosidad. Lo veo con cierta frecuencia en el entorno del zaragozano Paseo de Sagasta –allí tiene la sede central Codesport, su empresa constructora- y cuando lo veo caminar con desgana y casi siempre en solitario me hago siempre la misma pregunta. ¿Qué llevaría a este buen hombre a complicarse la vida comprando el Real Zaragoza a Alfonso Soláns?

   Porque no es de Zaragoza, no se le conocía un zaragocismo militante –entre otras cosas porque era un perfecto desconocido-, no es ni de lejos un gran aficionado al fútbol y nunca había tenido la más mínima relación con el deporte.

    Desde que se convirtió en máximo accionista del Real Zaragoza su capacidad de gestión siempre ha sido puesta en cuestión y todo ha ido de mal en peor: situación deportiva decadente, pérdidas millonarias ejercicio tras ejercicio y una deuda que se incrementa en progresión geométrica son el resumen de su paso por la entidad. Y dice que no quiere irse. ¿Alguien lo entiende?

    ¿Qué lleva a un empresario –a éste o a cualquier otro- a meterse en un negocio que no funciona ni se puede controlar con la misma lógica que el resto, a arriesgar su patrimonio personal con avales personales millonarios y a exponerte en el palco a que cada quince días los aficionados te griten, te saquen los pañuelos y se acuerden de tu padre y de tu madre? La verdad es que no es fácil de entender.

    Agapito Iglesias llegó al Real Zaragoza y se colocó en un segundo plano, renunciando así a uno de los móviles que pueden inducirte a meterte en este berenjenal: la popularidad, el protagonismo, la presencia constante en los medios de comunicación. A satisfacer, en definitiva, esa porción de vanidad que –dicen- todos llevamos dentro. Él, por el contrario, situó como Presidente a Eduardo Bandrés –supongo que encantado de la vida porque el sueldo era para no pensarlo ni un segundo-, que monopolizó las intervenciones públicas.

    Pero desde que asumió personalmente la presidencia, hace más o menos un año, se ha autoerigido en el salvador del Real Zaragoza: presume de sus avales y comenta a cada instante que si no fuera por él la entidad ya habría desaparecido. Es decir, el tiempo lo ha transformado en uno más de los muchos mandatarios ególatras y presuntuosos que siempre han poblado el mundo del balón.

     ¿Dónde está el negocio del fútbol? Porque todavía ni una sola sociedad anónima deportiva, desde que existen hace 20 años, ha repartido dividendo entre sus accionistas, forma habitual de rentabilizar la inversión realizada. Dicen que en los palcos de los campos de fútbol se cierran grandes negocios y que allí radica su verdadero interés.

    Una cosa es cierta: nadie que entra en este mundo y lo conoce, por mal que le vaya –véase el caso de Agapito-, quiere irse. Algo tendrá.

    

1 comentario:

  1. Agapito es el cancer de este club, y al mismo tiempo un gran sacrificado de su aparición en el fútbol. El fue el primer engañado de una película que dura 4 años. La DGA le prometió el oro y el moro, y ahora CODESPORT no construye ni una casita para el perro, y encima el club no general ningún beneficio. Supongo que se consolará con quedarse con el porcentaje de algún traspaso.

    ¡ Qué le acompañe la suerte a él y a nueeeeeeeestro Reaaaaaaaaaaaaaaaal Zaragoza!!!


    EL QUE TE DIJE

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