lunes, 7 de noviembre de 2011

REINVENTAR LA FIESTA


    Como no podía ser de otra manera, la fiesta de los toros ha sufrido intensamente la crisis económica en esta temporada de 2011 que acaba de concluir. Hasta las ferias más importantes, esas que siempre han tenido los llenos garantizados –Madrid, Sevilla…- han visto como por primera vez el público no respondía.

    El espectáculo taurino tiene un gravísimo problema; y por sorprendente que parezca no lo tiene en el ruedo, donde las generaciones de toreros –unas mejores que otras, pero la actual francamente buena- se suceden sin mayor problema. El verdadero drama se encuentra en los tendidos que, nos guste o no, están cada día más despoblados. Hay pocos espectadores, menos aficionados y lo verdaderamente preocupante es que casi todos en la frontera de la tercera edad. En el mundo del toro han sido incapaces de conseguir el relevo generacional de aficionados que garantice la continuidad del espectáculo.

    En los próximos meses saldrán a concurso dos de las plazas más importantes del país, dos cosos de primera categoría: Las Ventas de Madrid y La Misericordia de Zaragoza. La primera, probablemente, tendrá muchos novios. Es la única plaza de gestión privada en la que la rentabilidad de explotación todavía parece asegurada. Mucho más problemático será encontrar nuevo empresario para el coso zaragozano, en el que durante la última feria del Pilar ofreció, día sí y día también, un aspecto deprimente en la ocupación de sus localidades.

    Zaragoza puede ser un ejemplo perfecto de lo que necesita la fiesta de los toros. Durante mucho tiempo nos hicieron creer que una plaza era más importante por albergar un mayor número de espectáculo. Con esa equivocada filosofía, La Misericordia ha ido perdiendo el prestigio del que siempre gozó y ha dejado de ser referencia en la temporada española; se ha convertido en algo tan triste como un coso desierto de espectadores.

    Habrá que replantear el pliego, no se podrá obligar a celebrar festejos que no interesan a nadie y que apenas logran reunir un millar de espectadores. Deberá reducirse la feria del Pilar para congregar en menos días –pero, eso sí, con mejores carteles- al mismo número de espectadores e intentar, aunque la cosa no está nada fácil, ganar algún nuevo adepto para la causa. Habrá en definitiva que intentar reinventar la fiesta, no sólo en Zaragoza, sino en cada una de las plazas intentándola adaptar a la situación actual.

    En Francia ya han dado el primer paso y los primeros damnificados van a ser los toreros; verán reducidos sus honorarios alrededor del 20%. Si no hay público, no hay dinero para nadie. En el mundo del toro se ha vivido siempre de logros pasados y, con toda seguridad, el caché artístico de cada diestro deberá volver a ganarse día a día. Y es que  los honorarios de las pretendidas figuras llevan mucho tiempo sobrevalorados en relación a su verdadero tirón en taquilla.

    Y  no estaría de más que los toreros, en lugar de creerse seres inaccesibles tocados por la mano de Dios, se acercasen un poco más al mundo de los mortales. Con motivo de la muerte de Antoñete, algunos matadores de toros han publicado artículos recordando al maestro fallecido. Entre ellos, Enrique Ponce en ABC, que cometió la desfachatez de que al final del texto y bajo su nombre apareciera “figura del toreo”.

    Este es un título –el de figura del toreo, me refiero- que, por no estar reglamentado, no ser consecuencia de unos estudios o un meritoriaje predeterminados- lo otorga el público, el reconocimiento general, pero nunca uno mismo. ¿Se imaginan, por ejemplo, a Iker Casillas firmando un artículo en Marca sobre Di Stéfano y que tras su rúbrica apareciera “el mejor portero de todos los tiempos”? ¿Verdad que cuesta?

    No sé si se habrán dado cuenta, pero a Enrique Ponce se le está cayendo el pelo. Pero me da la impresión de que no es lo único que está perdiendo: las buenas ideas, si alguna vez tuvo alguna, se están yendo detrás.

    Así está la fiesta.

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