martes, 8 de noviembre de 2011

EL DEBATE

Más de diez millones de españoles –mayoritariamente a través de la 1 de TVE- presenciaron el seudodebate que mantuvieron Rajoy y Rubalcaba con Campo Vidal como espectador de lujo más que como moderador. Era, a priori, el único momento de verdadero interés de esta campaña electoral, pero su formato, excesivamente encorsetado y rígido, hace que, lejos de constituir una verdadera confrontación de ideas, programas y proyectos, se convierta e una sucesión de reiterativos e insufribles monólogos. Es lo que sucedió en definitiva.

    Toda la prensa, excepto el diario Público, único bastión de defensa del PSOE actual, da como vencedor del debate a Rajoy, que sólo necesitó esgrimir continuamente los tres millones de parados que dejan como balance los ocho años de Gobierno de Zapatero. Rubalcaba se empeñó en intentar entrevistar a Rajoy más que en debatir con él, preguntando hasta la sociedad por los mismos temas y respondiéndose él mismo a la vista de que el gallego no estaba por la labor de contestar.

    Como casi siempre, el debate decepcionó. Si aspiraban a captar el voto de los indecisos, ambos pincharon en hueso reiteradamente. A los espectadores nos hubiera gustado saber, por citar sólo algunos ejemplos, las líneas maestras de la política económica de uno y otro, qué modificaciones fiscales van a plantear, cómo nos puede afectar en nuestro día a día la situación de Grecia, si España corre peligro real de tener que ser rescatada por la Unión Europea o qué grado de autonomía tendrá el Gobierno para plantear las reformas necesarias. Pero, o estuve muy despistado –creo que no- o de eso no se habló o se pasó de puntillas.

    Lo que más me sorprendió es que, siendo ambos todavía candidatos, Rubalcaba pareció dar por hecha su derrota y se empeñó en hablarle a Rajoy como si ya fuera Presidente del Gobierno, en tanto que éste asumió ya de forma anticipada su papel institucional.

    Durante meses nos han hecho creer que la celebración de elecciones y un cambio de Gobierno iban a solucionar todos los problemas. Pero la situación es de tal descalabro, el grado de dependencia con respecto a Europa de tal magnitud y la crisis tan profunda que a partir del 21 de noviembre y durante algún tiempo la situación será más o menos la misma. No conviene alimentar falsas ilusiones y esperanzas.

    Si los parados y los que están pasando apuros económicos presenciaron el debate con la intención de que los candidatos les pudieran proporcionar un mínimo de esperanza de que su situación se aliviará en breve, imagino que quedarían defraudados. Y es una pena porque en esta ocasión esa ilusión es lo único que podía aportar la confrontación, ya que ni cambió el sentido de un voto ni convenció para ir a las urnas a los que pensaban quedarse en casa.

    No sé ustedes, pero tras presenciarlo y analizarlo sentí una profunda decepción. Tanta expectación para nada.  Y me acordé de la letra de una canción satírica alusiva al proceso electoral que escuché el otro día: “si hay que votar se vota, pero recuerden, de legaña (Rubalcaba) a moco, hay muy poco”. Pues eso…

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