viernes, 11 de noviembre de 2011

LA BBC


    La British Broadcasting Corporation, es decir, la BBC, que es como todo el mundo la conoce, ha celebrado días atrás el septuagésimo quinto aniversario del inicio de sus emisiones. Es, sin duda, la televisión más prestigiosa del mundo, el espejo en el que casi todas las televisiones públicas deberían verse reflejadas aunque, lamentablemente, ninguna lo consigue.

    ¿Qué diferencia a la BBC del resto? Sobre todo su independencia absoluta del gobierno de turno. Se rige por un Estatuto que impide a los sucesivos ejecutivos británicos mangonearla a su antojo. Sus profesionales son libres, no están sometidos a presión  y no cambian –ni los directivos ni los profesionales- cuando tras las elecciones se produce la alternancia en el gobierno. Consecuencia de todo ello es el prestigio y el rigor de sus informativos –trabajan en ellos más de 2.000 personas-, que constituyen la verdadera joya de la corona.

    En estos 75 años de existencia apenas ha habido escándalos y los pocos que se han producido se han solventado con rapidez y eficacia: ceses fulminantes y dimisiones inmediatas. El mal interno, las poquísimas veces que se ha detectado, se ha extraído de raíz.

    La BBC es una televisión pública diferente hasta en su financiación, pues una buena parte de sus ingresos proceden de un canon obligatorio que –gustosamente- pagan los ciudadanos británicos para sus sostenimiento; ello le ha permitido convertirse en estas siete décadas y media de existencia en la televisión de referencia, no sólo en el apartado informativo, sino también  en el de ficción (“Yo, Claudio” es su serie más emblemática a nivel mundial) y documentales.

    Pero la BBC no está siendo ajena a la crisis. Ese canon obligatorio al que me refería antes fue congelado hace varios años lo que está conllevando graves problemas económicos que van a desembocar en la reducción del diez por ciento de su plantilla, por lo que unos dos mil empleados irán en breve a la calle con su carta de despido en la mano.

    En España estamos en plena campaña electoral y, como sucede siempre, las televisiones públicas, especialmente las autonómicas, se van a utilizar como arma arrojadiza. El Partido Popular incluye en su programa que en las televisiones autonómicas se pueda dar entrada a capital y formas de gestión privadas. Quizás debieran ser más valientes, dar un paso más y plantear su supresión. Suponen una sangría económica que no deja de aumentar y su seguimiento en número de espectadores, salvo honrosas excepciones, no justifica su existencia.

    El modelo a imitar ya existe: la BBC. Su forma de gestión, su independencia del poder son el camino a seguir. Pero en España me temo que va a ser imposible. Para los políticos, el “juguete” de la pequeña pantalla sólo ha tenido una finalidad: poder manipularla. Si desaparece esa posibilidad, deja para ellos de tener razón de existir. Así que, mucho me temo, todo seguirá igual. O peor…

1 comentario:

  1. No tiene nada que ver con este articulo, ¿o quizá si...?, pero quiero anunciar desde aquí que Aragón Radio ha perdido a su oyente mas fiel desde que comenzaron sus emisiones. ¿Qué será de ellos y de los "cuatro gatos" que los escuchan?

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