jueves, 20 de octubre de 2011

SORPRENDENTE CONTRASTE

    Pensaba hacer un resumen de la recién concluida feria taurina del Pilar, pero me van a permitir que cambie de idea. Por dos motivos: en primer lugar porque los habrán encontrado ya en cualquier medio de comunicación; y, todo hay que decirlo, porque este ciclo de 2011 se resume solo: la tragedia del Padilla, el monumento a la estética y el buen gusto que fue la faena del recuperado Talavante, la agradable sorpresa de David Mora y el éxito incontestable de Cuadri en el aspecto ganadero. Y poco más.

    Quiero, sin embargo, incidir en un tema que ha llamado poderosamente mi atención: la escasa respuesta por parte del público. Y es que, salvo los dos domingos,  la plaza ha ofrecido el resto de las jornadas un aspecto semidesértico, muy por debajo de la media entrada. Algo que, estarán conmigo, era inimaginable hace tan sólo unos pocos años.

    Cierto que la feria no reunía excesivos atractivos, que las combinaciones no eran ni por asomo ilusionantes y que lo único verdaderamente importante eran las ausencias (El Juli, Morante…). Pero creo que nadie esperaba esta deserción masiva del público.

    Y ello en contraste con los llenazos que un día sí y al siguiente también se han registrado en los numerosos festejos populares, en esa especie de “feria paralela” matinal. Vaquillas, roscaderos, concursos de recortes de todo tipo… Unos espectáculos que en Zaragoza están experimentando un rapidísimo e imparable crecimiento que han convertido ya a La Misericordia en su más importante escenario mundial.

    ¿Razones? Una puede ser el precio, pero quizás no es la más importante ni la definitiva. Una entrada para vaquillas cuesta siete euros y once para el resto de festejos. Una localidad media para las corridas de toros no baja de los cincuenta euros.

    Pero yo creo que lo fundamental es que estos festejos taurinos populares reúnen esa emoción que se ha perdido de modo paulatino paro continuado en las corridas de toros. El espectador encuentra en ellos “verdad”. Y su futuro parece garantizado pues los tendidos se pueblan de gentes de todas las edades.

    Alguien debiera tomar buena nota de lo que ha sucedido en este Pilar 2011. Es sintomático que un tipo de espectáculos esté en imparable progresión y el tradicional poco menos que en caída libre.

    No me negarán que ha sido el sorprendente contraste de esta feria.

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