viernes, 21 de octubre de 2011

BENDITA TRANQUILIDAD


    Cuando se han disputado siete jornadas del Campeonato Nacional de Liga, el Real Zaragoza –en lo deportivo al menos- vive una situación de tranquilidad a la que nos habíamos desacostumbrado.

    La incertidumbre, el desasosiego, el coqueteo continuo con los últimos puestos de la clasificación han sido la tónica de las últimas campañas. Este año, por fin, esos nueve puntos conseguidos en siete jornadas nos han colocado en la novena posición de la tabla; es, ya se sabe, la zona de la indiferencia, pero que aquí sabe a gloria bendita.

    Desde que llegó Agapito Iglesias a la presidencia de la entidad, cada temporada se produce una auténtica revolución en la composición de la plantilla. En el equipo titular actual sólo figuran cuatro supervivientes del pasado ejercicio futbolístico: Paredes, Da Silva, Poncio y Lafita; el resto son de nueva incorporación.

    Y la suerte parece haber acompañado este año a la hora de realizar los fichajes, pues prácticamente todos están dando un buen resultado y al equipo se le ve mejorar día a día. Con mención especial para el meta Roberto, que como el hijo pródigo ha vuelto a Zaragoza tras una nada exitosa aventura en Portugal.

    El fútbol tiene esas cosas raras que hacen que un jugador triunfe en un equipo, se vaya a otro y fracase rotundamente y en el retorno vuelva a ser el que encandiló a la afición. El de Roberto no es el único caso; ya pasó algo parecido con dos leyendas del zaragocismo como Esnaider y Milosevic.

    Pero esta tranquilidad sólo es deportiva. En los despachos los problemas se siguen acumulando y la situación económica, a la que la Ley Concursal ha dado una pequeña tregua, no parece tener muchas posibilidades de mejorar y afianzar la viabilidad de la Sociedad Anónima Deportiva. Y para colmo de males, la presunta implicación de Braulio en varios delitos de abusos sexuales. El tema ha dado la vuelta a España y ha forzado a jugador y entidad a desligar sus destinos.

    Pero volviendo a lo estrictamente deportivo, es justo reconocer que los seguidores zaragocistas se merecían –nos merecíamos- esta situación de calma. Porque los más forofos, los más entregados a la causa , en las últimas campañas han vivido continuamente al borde del infarto. Y el fútbol es para disfrutarlo, no para sufrir.

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