domingo, 23 de octubre de 2011

EL FIN DE ETA


    Han pasado ya varios días desde que el pasado jueves la banda terrorista ETA anunciase el fin de lo que, eufemísticamente, ellos siempre denominaron “el conflicto armado”. Lo hicieron con la escenografía habitual: tres encapuchados con sendas chapelas y de fondo el logo o anagrama de la organización criminal. Nada nuevo; la misma puesta en escena que en las diez ocasiones en las que hicieron público el inicio de una tregua que nunca fue verdad.

    En su comunicado se recogían casi literalmente las conclusiones de una fantasmagórica “Conferencia Internacional de Paz”, celebrada setenta y dos horas antes en San Sebastián,  en la que un buen puñado de “negociadores internacionales”, bien aleccionados y mejor pagados –se habla de un cuarto de millón de dólares por barba- invitaban a los gobiernos español y francés a entablar negociaciones para resolver el conflicto. Era la antesala –prevista por todo el mundo- del comunicado de ETA del pasado jueves.

    Si se pone de verdad el punto final a la actividad terrorista, será, sin duda, la mejor noticia, la más esperada y deseada por todos los españoles de bien en mucho tiempo. Aunque inmediatamente a su anuncio surgen multitud de interrogantes: ¿Cómo se va a gestionar gubernamentalmente el tema a partir de ahora? ¿Qué concesiones se verá obligado a realizar el Ejecutivo –supongo que el próximo, no el actual- para que el fin de ETA constituya una realidad? ¿En qué lugar quedan las víctimas?         

    ETA comenzó su andadura en la segunda mitad de la década de los 60 con un decadente y anciano Franco todavía en el poder. Casi medio millar de víctimas – políticos, militares, policías, guardias civiles,  periodistas e inocentes ciudadanos- son el trágico balance de una sinrazón que nunca debió existir y que ha constituido un absurdo viaje a ninguna parte.

    En Aragón hemos sufrido en todo este tiempo importantes zarpazos del terrorismo. El más recordado, por ser el más dramático, el atentado a la Casa Cuartel de la Guardia Civil en la Avenida de Cataluña de Zaragoza. Era diciembre de 1987 y creo recordar que fueron 15 los fallecidos, entre ellos dos inocentes gemelas de 5 años. El lugar del atentado ha sido reconvertido en el Parque de la Memoria, un lugar donde los niños tienen hoy la bendita posibilidad de hacer lo que a las gemelas se les negó para siempre: vivir, jugar y ser felices.

    Unas pocas fechas antes, un autobús que conducía a militares y personal civil a la Academia General Militar vio bruscamente interrumpido su rutinario recorrido por la explosión a su paso de un coche-bomba cuando circulaba a la altura de la Iglesia de San Juan de los Panetes junto a la Plaza del Pilar.

    Y las dos últimas huellas de su presencia en Aragón son el asesinato de dos jovencísimos guardias civiles en Sallent de Gállego  y el de Manuel Giménez Abad, Presidente del Partido Popular en Aragón, cuando en compañía de su hijo, todavía un adolescente, fue tiroteado en pleno centro de Zaragoza cuando se dirigía a La Romareda. De ambos atentados se han cumplido ya diez años.

    La capital de Aragón, por su condición de ciudad universitaria donde era fácil alquilar un inmuble de forma anónima y confundirse con la comunidad estudiantil, fue sede habitual de pisos franco, en los que se refugiaban y planificaban su actividad los etarras. Y por su privilegiado enclave, sus carreteras fueron ruta habitual por las que en numerosas ocasiones circularon vehículos robados cargados de explosivos. Afortunadamente, en muchas ocasiones fueron interceptados por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

    Pienso que ahora no es el momento; está todo excesivamente cercano en el tiempo y en el recuerdo. Pero algún día alguien deberá escribir la verdadera historia de ETA y de su actividad criminal. Que fueron posibles –su propia existencia y sus numerosos delitos- porque contó con mayor apoyo social del que el sentido común pueda imaginar. Y habrá que explicar también la implicación de la Iglesia de base en sus orígenes y la tibieza de la jerarquía -¿recuerdan las homilías de Monseñor Setién?- en buena parte de su larga existencia. Sin olvidad la actitud de los partidos nacionalistas hasta hace cuatro días.

    Pero, como digo, no es el momento. Es hora de alegrarse y de desear que –repito, ojalá sea cierto- hemos despertado de una pesadilla que ha durado medio siglo, que segó la vida de casi medio millar de inocentes y destrozó para siempre convirtiéndola en un calvario la existencia de todo su entorno de amigos y familiares.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado el artículo. Muy objetivo

    EL QUE TE DIJE

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  2. Ojalá todo esto que se está comentando durante estos días sea verdad y no se quede en una mera ilusión.
    Por cierto, muy buen articulo!!

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