martes, 11 de octubre de 2011

PADILLA

Han pasado ya varios días y, afortunadamente, el torero de Jerez se encuentra mucho mejor del gravísimo percance que sufrió el pasado viernes en la primera de las corridas de toros de esta Feria taurina del Pilar 2011.

    Cogida espeluznante. Seguramente, la más breve pero certera que he tenido ocasión de presenciar nunca. Y la primera en la que el dispositivo de la enfermería de la plaza de Zaragoza resulta insuficiente, pues hacía falta un equipo médico y quirúrgico multidisciplinar y unos medios materiales imposibles de prever y reunir en un quirófano de emergencia como es el de una enfermería.

    Las imágenes del percance, no lo duden, han dado la vuelta al mundo y suscitan multitud de interrogantes. Algunos tienen respuestas; a otros, sinceramente, no se lo encuentro. El primero es ¿por qué esa machacona repetición del video de la cogida en los telediarios? No es que se emita la imagen, no; es que, advirtiendo de que puede herir muchas sensibilidades, se repite una y otra vez hasta obtener la total certeza de que quienes han cerrado los ojos la han visto en su integridad.

    ¿Qué derecho prima aquí? ¿El de ofrecer la imagen de una noticia o el de la intimidad del toreo corneado a quien todo el mundo ve en una situación vital límite?

    ¿Por qué la información taurina, cuando se producen casos como el que nos ocupa se transmuta en una antinatural mezcla de crónica épica y ñoñería? ¿Por qué parecen referirse a un héroe de la guerra de las Termópilas en lugar de a un torero? ¿Por qué esas crónicas parecen más propias de un adolescente preocupado tan sólo de concentrar el mayor número de palabras altisonantes que de un informador que quiere trasladar fiel y verazmente la realidad de lo sucedido?

    ¿Por qué al día siguiente de una cogida se manejan tantos tópicos: sólo piensa en reaparecer, los toreros parecen hechos de otra pasta, este toro no me retira…?

    En fin, ¿por qué en la vida abunda tan poco el sentido común?

    Toda la suerte del mundo a Padilla. La ha tenido para sobrevivir a la tragedia (imaginen las consecuencias de la cogida si se hubiese producido en una plaza portátil o en una plaza de tercera con enfermería tercermundista). Pero, sobre todo, es que la seguirá necesitando –la suerte, me refiero- para emprender la nueva vida que iniciará con las secuelas del percance.

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