viernes, 14 de octubre de 2011

EL ADIOS DE ZAPATERO


    El Boletín Oficial del Estado publicó el pasado 27 de septiembre el Real-Decreto por el que se disuelven el Congreso de los Diputados y el Senado , convocándose las esperadas elecciones del próximo 20 de noviembre. Concluye, pues, de un modo formal la legislatura, pero en esta ocasión tiene un significado añadido: finaliza la era de José Luís Rodríguez Zapatero.

    Pocas veces en la historia de las naciones modernas se habrán dado tantas carambolas para elevar a la presidencia de un gobierno a alguien que, además de ser un perfecto desconocido, el tiempo ha demostrado que de lo único que andaba sobrado era de mediocridad.

    Cuando nadie lo esperaba, Zapatero se alzó con la Secretaría General de PSOE en un Congreso Extraordinario; se la arrebato al favorito, a uno de los históricos, a José Bono. Los socialistas venían de un descalabro histórico con Almunia como cabeza de cartel electoral y andaban totalmente desnortados. Contra todo pronóstico el partido confió en este leonés, sin experiencia alguna en la gestión pero que ya formaba parte de la mayoría disciplinada que se limita a votar en el Congreso de los Diputados. Fue la primera carambola.

    Y en las elecciones de marzo de 2004 gana los comicios tan sólo cuatro días más tarde del mayor atentado terrorista que ha sufrido España. La vergonzosa gestión –se engaña abierta y conscientemente a los ciudadanos  sobre su autoría- que el Gobierno de Aznar hace de la matanza del 11-M subleva a la opinión pública y proporciona un triunfo contra todo pronóstico –ninguna encuesta lo vaticinaba- a Zapatero. Es la segunda y definitiva carambola.

    Han sido casi ocho años al frente del Gobierno. Un periodo con más sombras que luces; plagado de errores, pero prácticamente ayuno de aciertos. En su debe, como evidencia de mayor responsabilidad, haber negado a partir de 2007 una crisis económica que ha llevado a la ruina –cuando no a la miseria- a varios millones de españoles. Tomó las riendas de un país en crecimiento y lo abandona dejándolo en recesión.


    Quiso pasar a la historia por el pretendido impulso a las políticas sociales, por la profundización en el estado del bienestar. Al final, sin embargo, se ha visto obligado a plegarse a las exigencias de los mercados y le ha hecho el trabajo sucio de algunas reformas impopulares a quien tome las riendas a partir del 20-N.

    Su principal proyecto convertido en realidad fue la Ley de Dependencia. Una norma, justo es reconocerlo, cargada de buenas ideas, pero que nació coja al carecer de lo principal: de una dotación presupuestaria que convirtiese en realidad ese amplio catálogo de buenas intenciones que condensaba su articulado.

    Hay que significar también que bajo su mandato, por primera vez en la democracia, RTVE se caracterizó por su imparcialidad. Los informativos han sido más ecuánimes y objetivos, respondiendo a ese modelo de servicio público que justifica –a un elevadísimo costo, todo hay que decirlo- su existencia.

    ¿Errores? Todos. Una innecesaria Ley de la Memoria Histórica reavivó rencores y enfrentamientos que creíamos enterrados. Su gestión del terrorismo, reconociendo abiertamente el diálogo con ETA, levantó ampollas en las víctimas del terrorismo. Y sus continuas rectificaciones en materia económica le han acabado convirtiendo en una marioneta a la que se manejaba a placer desde las más altas instancias de la Unión Europea.

    Quiso pasar a la historia de la humanidad por su teoría de alianza de civilizaciones y tan sólo ocupará un pequeño lugar en la doméstica historia de nuestro país por haber sido un pésimo presidente. Y es que Zapatero encarna lo mejor y lo peor de la democracia: cualquiera puede llegar a ser Presidente, pero es peligrosísimo que así suceda.

   

1 comentario:

  1. Pues si este gobierno ha sido malo, esperad, que lo que viene es aún ppeor...

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