lunes, 27 de diciembre de 2010

HASTA SIEMPRE RICARDO


El día de Nochebuena, sobre las seis de la tarde, una llamada de teléfono me dio la inesperada noticia de la muerte de Ricardo Vázquez-Prada. Como a tantos otros, el cáncer le había vencido. Tenía 68 años de edad. Sabía que estaba enfermo y que había sido sometido recientemente a varias operaciones, pero en modo alguno imaginaba la inminencia del fatal desenlace.

    Conocí a Ricardo en 1974. Han sido 36 años de amistad y relación personal que se intensificaron a raíz del nacimiento de la Asociación de Informadores Taurinos de Aragón, de la que ambos fuimos socios fundadores y él su primer presidente.

    Ricardo ha sido la persona más culta que yo he conocido. Ejerció el periodismo tras una sólida e intensa preparación intelectual: era Licenciado en Derecho, en Periodismo y amplió su formación en diversas Universidades europeas. Era un erudito en el sentido medieval de la palabra: sabía de todo.

    Toda su vida profesional se desarrolló en Heraldo de Aragón. Su labor más conocida fue la de crítico taurino durante más de 30 años. Pero donde de verdad su currículo profesional cobra esplendor es como editorialista –más de 4.000 publicados-, como entrevistador a cientos de personajes relevantes de la política nacional e internacional y como enviado especial a acontecimientos tan importantes, pero tan dispares, como varias elecciones presidenciales francesas, el juicio por el 23-F, el desastre del Prestige y tantos y tantos otros.

    Era agnóstico convencido, republicano y un hombre de izquierdas. Pero también la persona más tolerante con las ideas que él no profesaba. Por inhabitual, algo absolutamente ejemplar.

    Tuve la oportunidad de participar junto a él en numerosos actos taurinos y el inmenso honor de presentarle –entre otras ocasiones- en la última conferencia que pronunció en Zaragoza. Fue en mayo del año pasado, en la Biblioteca de Aragón, donde desgranó una documentadísima y amena disertación sobre Hemingway y los toros, tema en el que era, como en tantos otros, un especialista.

    Su conocimiento y su afición se extendía a campos tan dispares como el cine, la literatura, la música, los toros, los deportes de invierno, la televisión, la política internacional…Nada le era ajeno; de todo sabía y de todo escribió con admirable conocimiento.

    Desde que se jubiló en 2003 emprendió una frenética y prolífica carrera literaria. Era una vocación latente que el ejercicio diario del periodismo –me lo comentó recientemente- le había impedido desarrollar con la intensidad y pasión que a él le hubiera gustado. Recomiendo visitar su página web personal para conocer su amplia obra literaria.

    Desde hace unos meses colaboraba en El Periódico de Aragón con artículos de profundo calado. En el último, publicado hace tan sólo dos semanas, reivindicaba, con irreprochable rigor argumental, el derecho a morir dignamente y una conciencia social a favor de la eutanasia. Creo que Ricardo, consciente ya de la gravedad de su enfermedad, escribía en primera persona y pensaba en sí mismo. Vivió con dignidad y así quiso morir.

    En su página web, en su biografía, puede leerse ya: “Viajó al alba, hacia la tierra baldía, desde Zaragoza, el 24 de diciembre de 2010”. Ese “viaje final”, en el que nunca creíste quizá te resulte baldío, pero tuviste una vida intensa que en muchos momentos tuve el honor y el placer de compartir contigo. Gracias y hasta siempre, Ricardo.

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