domingo, 26 de diciembre de 2010

NADAL Y FEDERER (O AL REVES)


 La Navidad es tiempo propicio para eventos solidarios. Este año ha destacado el doble enfrentamiento entre Rafa Nadal y Roger Federer a beneficio de sus respectivas fundaciones. El martes, con un público imperturbable –parecía que estaban en la ópera-, en Zurich; el miércoles, con una concurrencia más marchosa y bullanguera –Familia Real incluida-, en Madrid. Siento verdadera admiración por estos dos grandes deportistas y, como cientos de miles de españoles, he presenciado los dos “enfrentamientos”.

    Rafa y Roger; el español y el suizo; la potencia más controlada y la técnica más depurada. La historia nos ha deparado la oportunidad de presenciar múltiples enfrentamientos de los que dicen son –con permiso de Rod Laver, un australiano que paseó su superioridad por las canchas en los 60- los dos mejores tenistas de la historia. Pero, siendo esto importante, lo que verdaderamente admiro en ellos es que ambos encarnan como nadie ese valor añadido que la existencia brinda a los deportistas de élite: se sienten privilegiados, saben que la vida les ha dado todo y quieren devolverle una parte a la sociedad a través de la solidaridad, la generosidad y el ejemplo de vida.

    En el deporte gusta, sobre todo, la alta competición, los grandes eventos, los “partidos del siglo”, los duelos a vida o muerte. Pues bien, Nadal y Federer –o viceversa, porque los dos son números uno en las canchas y, sobre todo, fuera de ellas- han conseguido el milagro de convertir sendos partidos de exhibición en acontecimientos mediáticos mundiales como nunca se había visto antes, con la consiguiente repercusión económica para los objetivos solidarios perseguidos por sus fundaciones.

    Los deportistas son el ejemplo en el que se miran millones de jóvenes de todo el mundo. Nadal, Federer y algunos más –no crean que muchos- simbolizan la superación personal a través del deporte, que puede convertirte en megamillonario …o en megagilipollas. Y de estos últimos, lamentablemente, hay demasiados ejemplos.

    En la retransmisión del partido del miércoles en la Caja Mágica de Madrid, TVE ofreció unas imágenes impagables de varios niños a los que, literalmente, se les salían los ojos de las órbitas. Eran la imagen más tierna y más gráfica de la admiración hacia Federer y Nadal. “Cuando sea mayor, quiero ser como ellos”, parecían decir con la expresividad de sus rostros. Yo, también. Sólo tengo un pequeño problema: ya soy mayor.


    

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