miércoles, 28 de septiembre de 2011

LEO MESSI


    Presencié el pasado sábado el encuentro entre el Barça y el Atlético de Madrid. La estadística de los últimos años convierte a estos enfrentamientos en los más atractivos de la Liga: el gol parece garantizado.

    Y a fe que no defraudó. Cinco veces entró el balón en la red; todas ellas en la del Atlético de Madrid, ya que el Barça hizo un partido para enmarcar –se pudo batir el record de posesión de balón a favor del equipo catalán- y recordar. Como siempre, Messi volvió a firmar una actuación que mereció el calificativo de soberbia; digna de grabar y volver a verla una y mil veces. Como había que pasar el rato marcó tres goles. 
    Sostengo desde hace algún tiempo que no admite ya discusión que Leo Messi es el mejor futbolista de la historia. Sólo puede ver jugar a Di Stéfano en su ocaso; pero he presenciado partidos del mejor Pelé; he tenido la oportunidad de vivir de principio a fin la carrera de Cruyff, y, aunque nunca fue santo de mi devoción, reconozco que Maradona dejó algunas –muy pocas- actuaciones para el recuerdo.

    Pero es que Messi está en otro nivel, en otra galaxia. La diferencia entre él y el resto de quienes le precedieron conformando el póquer histórico de dioses del balompié es su continuidad: Leo juega bien la inmensa mayoría de los partidos, sean meras pachangas o encuentros del más alto  nivel competitivo, algo que fueron incapaces de hacer Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona y la inmensa mayoría de futbolistas de élite.

    No sé si conocen la particular intrahistoria de este jugador tocado por la mano de Dios. En pocas líneas la resumo: Carlos Rexach, el que fuera gran extremo del Barça en los 70 y mano derecha como segundo entrenador de Cruyff en los 90, lo ve jugar cuando era un crío en Argentina. Le explican que tiene un problema de crecimiento y que allí nadie le puede costear el tratamiento que precisa. Rexach se lo trae a La Masía, se le intenta hacer crecer –me parece que el éxito no ha pasado de discreto-, pero se acaba convirtiendo en el mejor jugador del mundo.

    Leo tiene tan sólo 24 años –la edad con la que la inmensa mayoría aspira a debutar en Primera División- y lo cierto es que lo ha conseguido ya prácticamente todo. Es capaz de sorprender semana tras semana; su progreso no parece tener un punto final previsible y-como dijo alguien- por su velocidad a intuición- parece un jugador de la Play Station que juega con muchas revoluciones por encima del resto de los humanos.

    Nadie duda ya que ha completado –junto a los citados Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona- el repóquer de los mejores jugadores de la historia. No admite comparación y hay que comenzar a rechazar imitaciones. Entre otras cosas porque es inimitable.

    Hay quien se empeña en establecer una competencia imposible con Cristiano Ronaldo. Es posible que el portugués sea más guapo y más alto (al chico, qué le vamos a hacer, le gusta presumir). Pero como futbolistas no hay comparación posible. Se siente… 

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